domingo, 29 de agosto de 2010

CASO CERRADO...37º CAPITULO

Se detuvo en al esquina para descansar un momento, mientras miraba en todas direcciones, escucha ladridos a varias casas de distancia y comienza a correr en esa dirección. Atravesando cercos, esquivando juguetes de niños tirados en los patios y tratando de que varios perros no lo muerdan, seguía de cerca el rastro del asesino. A dos cuadras de distancia pudo verlo saltar un cerco y meterse en una casa. Quitándole el seguro a su pistola se acerca con cautela, la puerta que daba al patio estaba entreabierta, un muchacho de unos quince años se encontraba de pie ante el, sus ojos delataban pánico, un movimiento imperceptible en su cara le indico al investigador que el hombre que perseguía estaba detrás de la puerta. Con la mano le señala que se tire al suelo al mismo tiempo que empuja la puerta con todas sus fuerzas. El ímpetu lo hace rodar, el arma se escapa de sus manos mientras el chico sale corriendo de la casa. El asesino sale de su escondite y se traba en lucha por la pistola, mientras forcejeaban los dos, entra en la escena la dueña de la casa, que con un sartén en mano comienza a golpear al detective que dominaba la situación desde arriba y era el que recibía los sartenazos. Un golpe certero derriba al hombre permitiéndole el escape por una ventana, el detective muestra su credencial a la mujer enfurecida para que dejara de golpearlo mientras buscaba su arma, la amartillo y salió en busca del sicario. La gente amontonada en la cuadra le indicaba en que dirección había ido el delincuente, sin sospechar la gravedad de la situación, se asomaban todos a presenciar la persecución.
Sabiendo que se terminaban los escondites y solo quedaba el puerto con algunos pocos barcos anclados, tenía un panorama amplio para ver donde estaba su presa. A todo esto el asesino jadeaba cansado por la carrera y por el temor de ser apresado, si pudiera llegar hasta su bote, sería la salvación. Las personas se hacían a un lado, dejándolo pasar al ver la pistola que tenia en la mano, su Desert Eagle calibre 50, la única que pudo rescatar luego de que el grupo Geop irrumpiera en su casa. Viendo el muelle cerca, un grito de triunfo sale de su garganta seca. En el mismo instante que quita las amarras del bote, un estampido suena desde el estacionamiento a unos cincuenta metros de distancia y la sangre comienza a manchar su camisa. Mirando sin entender la sangre que tenía entre las manos, se da vuelta y ve al detective que, con una rodilla en tierra aún seguía apuntándolo luego del disparo. Gateando consigue entrar al bote, dejando un reguero de sangre en el camino. Cuando el detective se acerca de inmediato al bote para impedir su escape, una explosión sacude el muelle y los barcos vecinos, arroja al fornido investigador varios metros hacia atrás, tal fue la fuerza de la onda expansiva. El bote al que el asesino menos de un minuto antes había subido, ahora era unas pocas maderas flotando en el agua, humeantes por el fuego, grandes manchas de aceite y combustible ardiendo flotaban cerca del muelle, no quedaban dudas que nada podría recuperar de la explosión. Un niño con un helado en la mano le señalaba algo sobre la entrada de la heladería, la pistola del asesino, en su empuñadura se veía claramente un dibujo, el emblema masón.




Gabriel
26/04/10

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