domingo, 29 de agosto de 2010

ASESINO...1º CAPITULO

Luego de pasar varias veces por el lugar, constató que la cuadra estaba desierta, todos dormían en el barrio. Comprobó que su pistola estuviera cargada y lista, hacía años que usaba el mismo modelo, calibre 22 con silenciador, siempre se reía cuando veía las películas de asesinos a sueldo, cuando sacaban una enorme pistola y vaciaban el cargador aturdiendo a todo el mundo. Ser asesino es una profesión, un arte, un silencio, contaba a los que aprendían con el. Las armas son una consecuencia, pero uno debe estar preparado para matar con el cuerpo y en silencio. Años de entrenamiento para convertirse el mismo en un arma letal. Decenas de técnicas aprendidas, practicadas, usadas con efectividad en las tareas. Con el tiempo todo era natural, cada paso que daba estaba medido, pensado en todas las causas posibles derivadas de un error, de un testigo. Cuando le pedían que lo hiciera pasar por un suicidio, decía simplemente, morirá. Dejando de lado todo pedido, si lo quieren muerto, muerto será. No importa como, eso lo decido yo. A veces la gente se olvida a quien contrataban, pero solo una mirada bastaba para que cada uno cumpliera su papel, los contratos se pagaban por adelantado. A veces, le ofrecían casos en donde no cobraba. Casos especiales, donde sentía placer por el trabajo, plena satisfacción.
Este era un caso así.
La obscuridad de la arboleda en la esquina, le ofrecía un reparo a miradas curiosas. El silencio era total, a esa hora de la madrugada era cuando uno duerme más profundamente, mucho días y noches observó la casa, para familiarizarse de todos los detalles. A pocos pasos de la entrada saco un trozo de carne y lo arrojo dentro del patio, espero un momento y vio que el perro estaba olfateando la carne. Apunto bien a la cabeza y disparo dos veces, como había aprendido. Con tranquilidad tomo las capsulas del suelo y las guardo en una bolsa. Salto sin problemas el portón. Inmóvil observa la calle y las casas, por si alguien escucho el salto. Mueve al perro muerto detrás de un árbol para que nadie pueda verlo. Lentamente sin movimientos bruscos se acerca a la puerta de la casa. Sonríe viendo la cerradura de paleta, son las mas fáciles de abrir. Luego de no mas de un minuto, guarda sus instrumentos con los que destrabo lo cerradura. Se coloca la valaclava en la cabeza que solo deja ver los ojos. Pone dos balas más en el cargador. Comienza a relajarse para realizar bien el trabajo, sin errores. Recorre la sala. Mira las fotos familiares, banderines de equipos de fútbol. Infinidad de cosas por todos lados. Al llegar a las habitaciones, respira profundamente y recuerda, dos balas para cada uno, no puede fallar, no debe fallar. Le lleva cinco minutos terminar el trabajo y dos cargadores completos. Recupera las dieciséis capsulas expulsadas. Se sienta tranquilamente, revisa la computadora buscando los datos que debía llevarse y los graba en un pendrive, enciende la hornalla de la cocina y deja abierta la puerta del horno para que el gas haga su trabajo. Mirando que todo quede en orden, cierra la puerta volviendo a trabar la cerradura.
Llegando a la esquina, mira casa por casa, no debían quedar testigos. Ningún movimiento en el barrio. Con una sonrisa se va caminando mientras enciende un cigarrillo. A pocas cuadras de distancia se escucha una explosión, tira el cigarrillo con una mueca. Estas cosas matan.



02/08/09

Gabriel

No hay comentarios:

Publicar un comentario