domingo, 29 de agosto de 2010

EPILOGO

Nunca me imagine que tan cruel y feroz sería esta historia, solo pensar en ella aún hoy me estremece hasta los huesos, pero algo me anima a escribirla, que alguien más podría estar viviendo una historia parecida y se sienta identificado conmigo.
Ya me siento viejo en mis ochenta años y en la soledad de mi casa de la playa recuerdo uno a uno todos los momentos vividos, entre el y yo.
Casi puedo sentir el olor de la explosión del barco a pesar de los años pasados, como si fuera un sabor a victoria y a derrota al mismo tiempo, algo que no puedo definir muy bien.
Días atrás pensaba que sería de mi vida solitaria si no hubiera vivido esa experiencia al límite, entre el borde de la vida y la destrucción. Quizá ese fue el motivo de dejar el trabajo donde era respetado, mucho dolor, sangre y sufrimiento me ha rodeado tanto tiempo que ya me sentía parte de ella. La sombra de la muerte es mala compañera.
Aunque pasó hace décadas, un sentimiento extraño tengo a veces, es raro, como si extrañara las corridas, las persecuciones. Un sueño recurrente por las noches, una pesadilla, un barco que me ilumina con sus llamaradas, un mar agitado por la onda expansiva, el agua fría y el miedo, el miedo de no encontrar el tanque de buceo adosado al casco del barco, como vía de escape. Pero al despertar me doy cuenta que solo era un mal sueño y que me enseñó bien mi instructor, fui digno estudiante a su lado.
Al terminar de escribir mis memorias, solo me faltaba el titulo, pero eso era tan fácil como lo que fui contando, escribí -“asesino”- en la primera hoja mientras fumaba un cigarrillo.



Gabriel
26/04/10

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