domingo, 29 de agosto de 2010

PRIVILEGIOS...20º CAPITULO

Por fin tenia una prueba, el informe de balística le indicaba que la bala sacada de su chaleco antibalas correspondía a un fabricante especial, artesanal, un armero que conocía su oficio y solo pocos privilegiados tenían la suerte de conseguir sus balas.
Con la dirección en la mano y la bala dentro de una bolsa de seguridad en la otra se encuentra mirando asombrado la puerta con la dirección correcta que tenía en el papel. La puerta grande y de roble tenia un símbolo conocido por el. Al tocar con el llamador varias veces, el sonido profundo y retumbante lo saca de su sorpresa al ser invitado por un hombre de traje a ingresar al lugar. Parado en el vestíbulo la vista que tenía era impresionante, una gran escalera en caracol que llevaba a una enorme biblioteca en el primer piso, con innumerables libros en estantes marcados alfabéticamente. Al mirar sus pies, observa atentamente un sello grande que dominaba el lugar, el mismo que estaba en la puerta, el símbolo masón.
Pensando muy bien lo que diría, se queda unos momentos de pie, hasta que el mayordomo lo invita a sentarse en unos sillones al pie de la biblioteca, evidentemente era el lugar utilizado para leer los libros. Mientras tomaba un exquisito café un hombre distinguido se acerca, parecía un embajador de tierras lejanas viniendo a ofrecer sus respetos al nuevo soberano. Al saludarlo no pudo evitar un dejo de vergüenza por el estado de su camisa y corbata luego de haber peleado con la comida en la jefatura, la mostaza nunca se queda en donde uno la pone.
-Bienvenido inspector, ¿en que le puedo servir? –pregunta amablemente el anfitrión.
-¿Me conoce? –Pregunta con desdén- como para no delatar su preocupación de que ese hombre sepa quien es.
-Por supuesto, ha salido varias veces en las noticias y mi mayordomo lo ha reconocido.
-Es cierto, el motivo de mi visita es por un caso en particular que está siendo investigado por mi oficina y quisiera que usted me aclarará algunas cuestiones, solamente serían algunas pocas preguntas. No es necesario un abogado pero esta en su derecho en llamar al suyo, pero de ser así la conversación se llevaría en la jefatura, como usted decida.
-No tengo ningún problema detective, si puedo ayudarlo lo haré.
Meditando la primera pregunta que le haría, recuerda lo que había investigado sobe los masones, mirándolo fijamente le suelta la pregunta como el último golpe de un boxeador abatido, su intento final, solo para ver su expresión, ¿Sigue fabricando usted balas a pedido o su posición como Gran Maestre no se lo permite?
El silencio casi incómodo mientras el hombre bebía su café fue interminable, al dejar la taza sobre la mesa de vidrio delante de ellos fue de una destreza envidiable ya que ni un pequeño ruido hizo. La mirada que lo recorrió lentamente duro una eternidad, como midiendo fuerzas mentales, quien bajaría primero la mirada, en esta lucha el detective salió ganando.
-Siendo un hombre inteligente detective, se habrá dado cuenta que el poseer rango también da privilegios y esta conversación a finalizado. Dicho esto se retira de la misma forma en que apareció, de la nada. Dejando al detective sumido en sus pensamientos, la intriga del contenido de los libros hizo que se levantara y se acercara a los que tenía más cerca, eran todos sobre economía mundial, su mirada recorrió lentamente las estanterías hasta que un libro en particular le llamó la atención, mirando a su alrededor para confirmar que estuviera solo, lo guardó en su saco y volvió a sentarse mientras el corazón le palpitaba por la emoción.
El mayordomo que en ese momento reapareció, le invitó con un gesto la dirección de la puerta con una sonrisa amable.
-Al llegar nuevamente a la calle, el placer de poder encender un cigarrillo y disfrutarlo lo pospuso para solo poder disfrutar de este momento, los ojos de ese hombre silencioso, poderoso, solo demostraron miedo al retirarse. Lo que se preguntaba era ¿miedo a que?


Gabriel
01/11/09

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