Sentado en el sillón miraba atentamente las noticias, los periodistas agolpados en el frente de la casa del investigador intentando tener una exclusiva de la situación. Por supuesto que el policía no dio explicaciones del hecho. Estaba contento por como habían salido las cosas, no quiso matarlo, solo darle una lección, si seguía investigando sería su fin. Temía que pudiera obtener algún indicio de quien era o el motivo del asesinato de la familia. Mientras intentaba olvidar el trabajo solo recordaba cuando se acerco al senador Hernández para despertarlo a punta de pistola. Le mostró lo que le hizo a su familia, el hombre imploraba por su vida, le ofreció dinero a lo que el asesino le contestó que no alcanzaba su dinero para limpiar lo que había hecho anteriormente. Este era su castigo. Tarde temprano el castigo llega, nunca se podría esconder tan lejos, esas fueron las últimas palabras que escucho el senador de parte del sicario.
Suavemente comenzó a limpiar su rifle de francotirador. Había puesto una bala con menos poder, solo quería demostrarle que nadie podía huir de el. La vida del detective le pertenecía ahora, si no murió fue porque el no quiso. Mientras pasaba la tarde seguía con la limpieza de todas sus armas y se preparaba para el próximo trabajo. Una vez alguien le dijo que solo el poder de la mente superaba el poder de las armas, pero que las dos no podían coexistir si se tenía remordimientos. A veces, solo a veces pensaba cuando terminaría de matar. Hacía muchos años que se dedicaba a esto y también necesitaba vacaciones. A todo esto las noticias habían terminado y comenzaba una película que le gustaba mucho, el actor era Jean Reno y la película era, León el asesino.
Gabriel
11/08/09
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